Exposición “Sobre un fondo en el que se destaca” de LAERCIO REDONDO en Ana Mas Projects

Exposición “Sobre un fondo en el que se destaca” de LAERCIO REDONDO  en Ana Mas Projects


Del 23.02.2024 - 15.05.2024


ANA MAS PROJECTS 

Isaac Peral 7, Hospitalet de Llobregat. 08902 Barcelona 


Ana Mas Projects se complace en presentar el segundo proyecto del artista brasileño Laercio Redondo en la galería.


- A Laercio Redondo le interesa investigar las personalidades y los capítulos ocultos de la modernidad. 


- En esta ocasión, se ha inspirado en la artista española Maruja Mallo y la bailarina, actriz y cantante franco-estadounidense Josephine Baker. 


- Además de presentar nuevas esculturas en formato móvil en las que incluye objetos recuperados, también se presenta una serie de esculturas realizadas con la superposición de elementos textiles sobre los que previamente ha realizado un proceso de serigrafía de diferentes motivos (silkscreens). 


+ Una selección de estas nuevas producciones de Laercio Redondo formará parte de la propuesta de  la galería para la feria ARCOmadrid 2024. 


Con este nuevo conjunto de obras, desarrolladas en colaboración con Birger Lipinski, el artista da continuidad a sus investigaciones sobre personalidades desobedientes y disidentes, a menudo poco representadas o simplemente borradas de los relatos canónicos. Las trayectorias de la artista española Maruja Mallo y de la bailarina, actriz y cantante franco-estadounidense Josephine Baker son el punto de partida para la producción de estas piezas. 


Redondo lleva más de diez años experimentando con el formato de los móviles, que él define como «retratos abstractos». Junto a unos nuevos móviles inspirados en las figuras de Maruja y Josephine, este nuevo proyecto incluye un conjunto de obras textiles construidas a partir de fragmentos superpuestos de mantas antiguas, en sus superficies se han serigrafiado imágenes de conchas, hojas y otros elementos naturales también presentes en los móviles. 


Laercio Redondo (Paranavai, Brasil, 1967) desarrolla un discurso conceptual y estético que cuestiona los aspectos relacionados con la (de)formación, construcción y evolución de la memoria e identidad colectivas, partiendo de los cambios sociales, geográficos, económicos y políticos que Brasil y también la región occidental experimentó en los siglos XIX y XX. Dichas obras ponen de manifiesto paradojas e idiosincrasias que cuestionan el estatus oficial y supuestamente incontestable de los constructos históricos oficiales. 


Entre sus exposiciones individuales recientes destacamos: ‘As Maravilhas’, MAC USP, São Pablo, Brasil (2023); The Star, the Architect & the Phantom’, Flach Galleri, Stockholm, Suecia (2023); ‘Cartas para Hélio Oiticica’, Galeria Silvia Cintra +Box4, Gávea-Río de Janeiro, Brasil (2022); ’Lo más sencillo, es lo más difícil de hacer’, Pabellón Mies van der Rohe, Barcelona (2020), ‘Relance / Recast’, Pinacoteca de São Paulo, Brasil (2018), ‘Past Projects for the Future’ at Dallas Contemporary (2016); ‘Restauro’, Ana Mas Projects, Barcelona (2016) y ‘What ends every day’ at the Museo de Arte Moderna do Río de Janeiro, Brasil (2015).



Fotos: Roberto Ruiz. 

Cortesía: Ana Mas Projects, Barcelona.


















La concha, el espejo y la manta 


Laercio Redondo en colaboración con Birger 


Con este conjunto de obras, el artista brasileño Laercio Redondo da continuidad a sus investigaciones sobre personalidades desobedientes y disidentes, a menudo poco representadas o simplemente borradas de los relatos canónicos. A Redondo le interesan especialmente los capítulos ocultos o poco estudiados por la historia oficial del 

Modernismo. Las trayectorias de la artista española Maruja Mallo y de la bailarina, actriz y cantante franco-estadounidense Josephine Baker son el punto de partida para la producción de estas piezas, desarrolladas en colaboración con Birger Lipinski. Ambas fueron mujeres fuertes, que desafiaron las convenciones y rompieron barreras de comportamiento, culturales, sociales y, en el caso de Baker, raciales. Iconos de la cultura de vanguardia del siglo XX, Maruja y Josephine son figuras controvertidas que escandalizaron a la sociedad con su actitud libre y desenfrenada, por defender, entre otras cosas, la igualdad de género y la posibilidad de que una mujer ocupara espacios reservados a los hombres —y a los blancos—. Ambas fueron también objeto de resistencia, críticas y prejuicios, pero abrieron el camino a las generaciones posteriores. La migración es otro aspecto común que marcó sus biografías. Baker, huyendo de la segregación racial en Estados Unidos, se trasladó a París en busca de mejores oportunidades. Maruja, por su parte, abandonó España al estallar la Guerra Civil y no regresó del exilio hasta los años 60. 


Como en otras instalaciones de Laercio, la única referencia directa a las personalidades que el artista desea rescatar se da en el título de las piezas. La presencia de sus cuerpos performáticos y disruptivos, queer y racializados, se materializa en el espacio expositivo de forma indirecta y fragmentada, recurriendo a índices y vestigios que actúan como metonimias de su vida personal y pública, del impacto estético y político de sus obras y modos de estar en el mundo. Redondo lleva más de diez años experimentando con el formato de los móviles, que él define como «retratos abstractos». Poco a poco ha creado un vocabulario que se repite en cada nuevo assemblage. Collares de cuentas, vidrios de colores, lupas, espejos y distintos elementos de la naturaleza. 

Maruja Mallo se hace presente en forma de una orquídea —una flor eminentemente visual, que carece de néctar y solo cuenta con su apariencia para atraer a los insectos— así como de perlas, fragmentos de coral, una esponja roja y distintos tipos de conchas. Recurrentes en la pintura de Mallo y en la historia del arte en general, las conchas poseen una fuerte carga simbólica que se asocia, entre otras cosas, con el (re)nacimiento y la fertilidad. Constituyen un envoltorio rígido, que en algunos casos se cierra sobre sí mismo, lo que les permite proteger cuerpos blandos y resguardar sonidos y secretos. Aun así, mantienen siempre un vínculo con el mundo exterior. Estos y otros pequeños objetos, en su mayoría orgánicos y redondeados, unidos en un frágil y precario equilibrio, componen los dos móviles que rescatan y dan vida al universo fantástico, poroso y etéreo de la artista. 


Las tres esculturas dinámicas que rinden homenaje a Josephine Baker, suspendidas en un segundo espacio de la galería, además del vocabulario común utilizado por Redondo, incluyen plumas negras, frutas tropicales, perlas y otros objetos cóncavos y convexos. Antes de cumplir los veinte años, la bailarina triunfó al interpretar su Danse Sauvage en 

el famoso cabaret parisino Folies Bergère. Vestida sólo con perlas, un sujetador y una falda de plátanos y piedras preciosas, movía frenéticamente las caderas, cruzando las piernas al estilo Charleston. El aspecto longilíneo de los móviles, en constante movimiento, recuerda el físico de Baker y su ir y venir sincopado. Además de escandalizar en el escenario con lo que se denominaría «la danza del plátano», Baker incorporó el estereotipo de lo exótico a su vida cotidiana precisamente para evidenciar y subvertir la visión francesa —y europea— de África. También cuestionó públicamente la segregación racial y en Estados Unidos se negó a actuar en lugares que no admitían público negro. 


Muchos de los artefactos utilizados en los móviles fueron recogidos en mercados y ferias de antigüedades por Laercio y Birger, compañeros en el arte y en la vida, mientras que otros llegaron a sus manos hace mucho tiempo, como regalos de amigos. Son objetos que han perdido su uso o se han desvinculado de su contexto original, pero que siguen cargados de historia y memoria. Son objetos de alguna forma marginales, como los cuerpos ausentes a los que remiten. Son también objetos públicos y políticos, ya que hacen alusión al universo de los gabinetes de curiosidades y maravillas y al aspecto exotizante, colonial y extractivista indisociable de la construcción de estas colecciones, 

precursoras de los museos. Fáciles de transportar y compactos cuando se desmontan, los móviles nos hablan además de una condición nómada, migrante o desterritorializada. Nos hablan de cuerpos desplazados, como los de Maruja, Josephine o el del propio artista —más de veinte años viviendo entre Brasil y Suecia—, que ya no pertenecen o nunca han encajado del todo en un lugar concreto. Sin embargo, los móviles son cuerpos que imponen su presencia y, a pesar de ocupar el espacio de forma puntual y enrarecida, se destacan del fondo. Se abren y se despliegan como brazos y piernas. Se arremolinan en el aire, recuperan el aliento, se transforman en presencia de otros cuerpos y vuelven a encontrar su eje. 


En contraposición a la ligereza y fluidez de estos objetos performativos, la presencia de Maruja vuelve a manifestarse en un conjunto de obras textiles con un tacto, una temperatura y un peso diferentes. Construidas a partir de fragmentos superpuestos de mantas antiguas, en sus superficies se han serigrafiado imágenes de conchas, hojas y otros elementos naturales también presentes en los móviles. Adquiridas por Laercio y Birger en subastas y anticuarios, en el pasado estas telas protegieron, arroparon y abrazaron cuerpos que tenían frío o simplemente necesitaban sentir el contacto de otros cuerpos. El aparente contraste entre el fondo de las mantas, con motivos ortogonales y geométricos propios del lenguaje moderno, y las figuras orgánicas incorporadas por el artista, se deshace en las pequeñas «imperfecciones» de la trama, que deja ver la manufactura humana. Al mismo tiempo, la superposición hace que algunas de las imágenes serigrafiadas permanezcan ocultas o parezcan incompletas. Esta opacidad no es casual, ya que las referencias a aspectos y episodios poco conocidos y ocultos de la historia del arte, la arquitectura y la cultura en general son, como ya se ha dicho, una constante en la obra de Redondo. 


De hecho, la cuestión de la opacidad y la transparencia ocupa un lugar central en la serie de pinturas basadas en un dato concreto de la biografía de Josephine Baker, o más bien del arquitecto vienés Adolf Loos. Uno de los proyectos de Loos, oculto durante años y nunca realizado, fue una casa que diseñó a iniciativa propia, sin ninguna petición ni encargo, para la bailarina a la que decía admirar profundamente. Si Loos se destacaba precisamente por el cuidado que dedicaba a los interiores de sus proyectos, en este caso la arquitectura imaginada se presenta sólo como un exterior. La casa diseñada para Josephine se materializaría en una esquina de París como un bloque macizo y geométrico. Su fachada estaría recubierta de líneas horizontales intercaladas entre mármol blanco y negro, según se dice, en una referencia a la indumentaria que llevaba Baker en sus actuaciones públicas y al hecho de que su cuerpo negro había conquistado espacio y reconocimiento en una sociedad blanca. En la piel del edificio, la opacidad de la fría piedra contrastaría con la transparencia de una piscina en la que —pretendidamente— la artista nadaría desnuda ante los ojos de todos. 


La “Casa Baker” sugería una transposición del contexto del cabaret y de la imagen pública de Josephine al universo doméstico e íntimo de la performer. Conocido por sus posturas controvertidas, queda por saber qué había detrás de este proyecto de Loos, hoy fuertemente cuestionado. ¿Fue esta casa un intento de traducir el radicalismo de Baker al lenguaje de la arquitectura? Desde una concepción de la arquitectura como herramienta capaz de transformar la sociedad, ¿se trataba de una propuesta basada en lo que Loos veía como el arquetipo de mujer moderna y el rumbo que debía tomar la sociedad a partir de su ejemplo? ¿O, a pesar de todo, también se trataba de un sueño perverso y desmesurado del arquitecto? Los pequeños lienzos en escala de grises de Laercio, esparcidos por la pared como notas en una partitura, no resuelven esta controversia. Simplemente, iluminan indirectamente otro episodio poco conocido de una historia aún llena de lagunas. 


Isabella Lenzi 
Enero de 2024 


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