Exposición “Una escritura de la trascendencia” de Enric Mestre en Set Espai d’Art

Exposición “Una escritura de la trascendencia” de Enric Mestre en Set Espai d’Art


Del 02.12.2023 al 02.02.2024


Tenemos el placer de presentar la exposición “ENRIC MESTRE. UNA ESCRITURA DE LA TRASCENDENCIA” comisariada por Teresa Calbo y que ha contado con la coordinación del artista Xavier Monsalvatje.


Esta exposición pretende reconocer y acercarnos a la figura y obra de Enric Mestre (Alboraya, Valencia 1936), uno de los artistas que más sólidamente ha sabido normalizar la no siempre fácil situación de la escultura cerámica, entre las diversas manifestaciones artísticas contemporáneas. Teniendo en cuenta la extensa y consolidada trayectoria de Enric Mestre, debemos contarle entre los más destacados escultores internacionales, que han decidido atender a la riqueza y versatilidad de la cerámica, con total entrega y rigor.


LOS TRABAJOS Y LOS DÍAS DE ENRIC MESTRE. UNA ESCRITURA DE LA TRASCENDENCIA

Todavía estoy vivo, puedo aún construir.


Rilke, El libro de horas


Los trabajos y los días de Enric Mestre transcurren en su casa-taller que se alza hermética, taciturna, cerrada sobre sí misma en medio de la huerta valenciana. Alrededor, afuera, suceden los trabajos y los días de los agricultores a quienes todo lo que tienen entre manos saldría bien si no fuera por las lluvias inoportunas, la sequía, las plagas, los vientos, los incendios…Su espacio sólo en fotografía deviene ilusoriamente paisaje eterno pues en realidad hay que trazar una y otra vez los surcos en la tierra, y los canales inamovibles están destinados a ser ruinas por ese agotamiento natural de las cosas que viven a la intemperie. El agricultor pone inexorablemente su mirada y su cuerpo en un quehacer desde y para la inmanencia.


En cambio, en la casa de Mestre-ceramista, cada cosa permanece en su lugar: las esculturas, las pinturas, los tarros con pigmentos, las anotaciones de las fórmulas y los tiempos de cocción, los cuadernos de pensamiento, la silla de descanso junto a la ventana frente a una pequeña mesa y el gran horno que “no da sorpresas” porque es fuego encapsulado, sometido tras muchos años de oficio .Esta disposición hace de la casa-taller una casa-texto. Reclama ser leída de algún modo, desde algún rincón a partir del cual el recorrido avance hacia el punto de fuga. El rincón de partida puede ser la presencia de esculturas realizadas en barro, rotundamente geométricas, ante las cuales nos preguntamos por qué Mestre no eligió otro material, un tipo de piedra o hierro. Hubiera dicho “lo mismo” de una manera más fácil, menos tortuosa, con un material más ad hoc a las formas duras, con aristas e incisiones limpias. Pero ahí está la trampa interpretativa que hay que sortear para abrir el sentido. ¿Hubiera dicho “lo mismo”? Sólo en el caso hipotético de que la materia fuera muda en lugar de cosa portadora de un mensaje que viene de lejos entretejida con un ethos. Basta que el artista tome conciencia de su propio origen y haga la experiencia cuidada de un regreso, un retorno, en búsqueda de lo primigenio, para que la materia “diga algo” y ya no sea indiferente esta o aquella. Con la materia elegida va una manera de estar en el territorio. La casa-texto de Enric Mestre mantiene una coherencia sin fisuras con aquello que la envuelve. Hay tierra afuera y adentro. “Dice” que aquí siempre hubo transacciones entre alfareros y agricultores. Antiguamente se prestaban pequeñas parcelas en el campo para las arcillas. El trabajo de Mestre enlaza formalmente con la huerta mediante una síntesis del paisaje y materialmente a través de una dignificación de la tierra, un perfeccionamiento ontológico del barro. Es tierra sublimada.


Pero hay algo más: una mirada oblicua que observa lo de afuera bajo una luz tamizada. La casa-taller-texto está rodeada por un patio cercado por un muro y nada más entras ves las grandes ventanas con rejas verdes en forma de cuadrícula que recuerdan a una fortificación o monasterio de clausura. A vista de pájaro entenderíamos que todo ello establece un linde con la huerta. No se entra ahí sin cierta ruptura y temor de invasión o sacrilegio. El halo esotérico que emana de este hermetismo arquitectónico nos indica que ahí dentro se trabaja el misterio. La casa-taller-texto es también una casa-castillo. Y ya sabemos qué tipo de metáfora es el castillo en la literatura: lo trascendente, el cielo, lugar de la verdad… o el infierno, ¿por qué no?, que prefiere Mestre porque hay mucho fuego y es gratis. En cualquier caso es un lugar abrupto al que se accede tras una conversión, una dislocación de la mirada, tras un transitar afuera-adentro. El castillo es ya un espacio de retiro donde se vive en tensión erótica en la búsqueda de la figura definitiva.


Todo este rodeo para dar cuenta de una estantería con puertas que pone a resguardo esa búsqueda obstinada a través de una escritura de variaciones geométricas desplegada en diversos cuadernos. Ahí custodia Mestre su método de pensamiento. Llegados a este rincón, nos preguntamos por qué la geometría es el estilo más elegante del pensamiento. Será porque establece una línea silenciosa donde el ruido de lo que no importa es des-oído; será también porque abre una relación estético-política con lo que hay. Las formas vacías acogen a seres heterogéneos. Un triángulo puede ser un pino, una montaña, un torso dibujado por un niño…un rectángulo puede ser una cárcel, un lago, un colchón…


Mestre traza formas geométricas abstraídas en un primer momento de lo que ve afuera, en la huerta que rodea al taller-castillo, pero una vez ensimismadas, retraídas, impelidas por la propia lógica de la escritura, pierden su referente sensible y pasan a ser invenciones imaginarias de un orden simbólico. La figura intuida, “elegida” al final de las variaciones, a la que nada le falta ni nada le sobra, objeto apropiado del deseo, es construida como cuerpo de barro para acoger de manera prorrogada el pensamiento que entre ahí. Las construcciones de Mestre son espacios arquitectónicos sobrios, minimalistas, con esa geometría desprovista de signos que invita a entrar virtualmente a cualquiera que haga el ritual de entornar la mirada, despojarse de lo banal, dislocarse por unos instantes. La selección cuidada de sus trabajos en la galería Set Espai hacen de este espacio una fractura, una incisión, una epoché o suspensión momentánea del ruido en nuestro deambular por las calles. La casa-taller-texto-castillo estaba destinada a ser rodeada finalmente por la ciudad.


La recepción de esta muestra pretende despertar el interés que tienen las esculturas de Mestre como manifestación del espíritu de nuestro tiempo. En épocas ancestrales la cerámica permitió conservar para nosotros la figura de los rituales que en una sociedad dada servían para la religación con lo trascendente. En los museos podemos ver una especie de maquetas en barro donde se representa una plaza ceremonial. Los espacios arquitectónicos de Mestre podrían interpretarse como su reaparición en una figura propia de nuestra época en la que los individuos vagamos virtualmente sin una plaza física donde estar con los otros cara a cara. Solitarios, en medio del ruido abrumador de imágenes y discursos, anhelamos vaciarnos para encontrar la serenidad en espacios de silencio que nos religan a lo trascendente y nos ponen a salvo de la intemperie.


Teresa Calbo (Comisaria)


Fuentes imágenes y textos 👉 Set Espai d’Art



















Comentarios