Exposición “UNA PARCEL•LA OBSCURA” Policromia d’una rebel•lió de Catalina Julve en el Centre de Cultura Sa Nostra

Exposición “UNA PARCEL•LA OBSCURA”Policromia d’una rebel•lió de Catalina Julve en el Centre de Cultura Sa Nostra


Del 15.22.22 al 25.02.23


PINTURA HERIDA


Fernando Gómez de la Cuesta


El arte impide el olvido de todo aquello que debe ser recordado, de aquellas cuestiones que debemos tener presentes para avanzar en nuestro camino con inteligencia y sentido. El arte es memoria y premonición pero también es un conocimiento real, un ejercicio crítico de investigación, contradicción y síntesis que nos permite saber de dónde venimos, el lugar en el que nos hallamos y hacia dónde nos dirigimos. Una práctica que manifiesta nuestros errores y que cuestiona nuestros actos, que dirige nuestra mirada hacia la experiencia con la voluntad de acercarnos al entendimiento. Es por ello que el artista debe estar posicionado en la brecha, allí donde se produce el conflicto o la incomunicación, allí donde los conceptos entran en colisión o se vuelven difusos, en esas zonas oscuras de nuestra historia, de nuestro pensamiento, en las que se rompe el flujo natural de los acontecimientos y de las ideas, unos espacios de transición en los que, antes de continuar, es preciso comprender. 

 

En un extraño contrasentido, esta Parcela oscura de Catalina Julve sirve para arrojar luz sobre uno de esos puntos críticos, sobre una de esas zonas de reflexión que la artista convierte, en medio de la deriva de la historia y de la vorágine actual, en un claro en el bosque, en un espacio para esa memoria que impide el olvido, en un lugar para auscultarnos, analizarnos y cuestionarnos a nosotros mismos. Julve lleva tiempo buscando entre los archivos de la Guerra Civil y de la posguerra española esas fotografías que reflejan el enfrentamiento del pueblo, la miseria y el drama, la violencia, la tristeza y el hambre, unas imágenes seleccionadas que luego son revisadas a través de una pintura que parte del documento para posicionarse definitivamente en lo artístico, unas obras que consiguen reubicar en el espacio, en el tiempo y en la ética, ese testimonio fotográfico inicial que, casi siempre, es manipulado, sesgado y filtrado por el poder político de cada época.

 

Dice Julve que la fotografía se encuentra ligada a sus procesos creativos desde el comienzo, que la capacidad testimonial y evocadora de este tipo de imágenes le sirve de germen para reinterpretar aquello que le interesa desde una dinámica más plástica y estética. Eso es precisamente lo que hace en este proyecto: partir de un ecosistema visual que actúa como primer documento, como pretexto, como detonante, para sacar a la luz los conceptos que subyacen detrás de esta estructura preliminar, actualizando la mirada y renovando el encuadre sobre un asunto que pertenece a la memoria colectiva, pero cuya percepción ha ido variando, deformándose, olvidándose y sepultándose bajo el incontenible alud de los tiempos. Una época oscura que ha sido opacada de manera interesada por las ideologías, por la indolencia y por la ambición sin medida.

 

Julve evita emitir un juicio directo para que la evidencia de sus imágenes plantee el conflicto. La creadora fija su mirada en el pasado con el ánimo de mejorar el futuro, visibilizando las zonas de penumbra y defendiendo la función transformadora del arte. Una tarea de vital importancia que decide llevar a cabo a través de la pintura, del grabado, del dibujo, de la escultura, incluso del vídeo y de la instalación, pero siempre tomando como punto de partida esa fotografía que ha ido perdiendo su valor como testimonio, como documento, como expresión de veracidad, a la misma velocidad que ha aumentado el volumen de información incierta que contiene, que ha ido creciendo su (re)producción masiva y que se ha ido facilitando su obscena manipulación gracias a la revolución -frenética y alienante- de unos medios tecnológicos con pretensión de saberlo y poderlo todo. Es posible que ahora encontremos más realidad y compromiso en esa pintura de Julve -en su dibujo, en su grabado, en su escultura- que en otras maneras más indiscriminadas de producir imágenes. 

 

Las obras que dan forma a este proyecto, precisamente por esa realidad y por ese compromiso, no han sido realizadas en un espacio cualquiera sino que han sido concebidas y ejecutadas en una antigua escuela rural llamada Son Negre, construida en 1927 en la comarca de Manacor (Mallorca), allí donde también nació nuestra artista. En este edificio desmantelado y emblemático, sin sillas ni pupitres pero con la fuerte carga simbólica de haber sido protagonista, de alguna manera, de aquellos años de guerra y posguerra, es donde sucede ese acto íntimo de crear. Un lugar connotado, en absoluto neutro, que carga de memoria todo aquello que contiene, todo aquello con lo que se relaciona, todo lo que allí sucede, un espacio que conecta con temas recurrentes en la obra de Julve como la infancia, la mujer, los cuidados, pero también con la miseria, el hambre y el frío, con todo aquello que la guerra nos hizo perder por el camino. 

 

En sus pinturas, Julve apela al color de una forma singular, como si cada cuadro fuese una franja monocroma de un espectro de luz que la artista se ha encargado de descomponer y reordenar en base a los hitos de una paleta reducida que cuenta con recursos formales y compositivos asimilados de la fotografía en blanco y negro. Unas obras autónomas -pero coaligadas- que la creadora resuelve al óleo mediante una pintura figurativa y expresiva de apariencia inacabada, intuitiva, gestual e intensa. Justo como preámbulo de este despliegue de colores contenidos y ordenados, comparece un negro profundo que Julve incorpora gracias a un grabado y a un dibujo que ella entiende de una manera conceptual, un negro que exuda la parcela más oscura del proyecto y que consigue predisponer nuestra atención para el despliegue cromático sobre cartón de nido de abeja, lacado y sin enmarcar, que vamos a encontrar a continuación. El espacio termina de asumir su forma gracias al documento, a la frontalidad de un video de hiriente monocromo con imágenes descarnadas de la contienda y a una instalación que nos remueve desde la austeridad, la contundencia y la sencillez.

 

Una propuesta que nace con la voluntad de que las nuevas generaciones se enfrenten a esa memoria histórica que, pese a su importancia trascendental en la construcción del futuro, no siempre es tratada con el respeto que se merece. Una investigación visual que nos habla del horror y de la pérdida, del olvido, del miedo y del silencio a través de la representación de sus protagonistas, de los espacios y de los hechos, de aquellos seres que indican con su postura la carga y el padecimiento que sobrellevan, el dolor que resisten, unos cuerpos que expresan su sufrimiento al margen de ideologías, una Parcela oscura, una pintura herida, que lucha contra la amnesia colectiva. 



*Texto publicado en el catálogo de la exposición de Catalina Julve, Una parcel·la obscura, CC. Sa Nostra, Consell Insular de Mallorca, Palma, diciembre, 2022



Textos 👉 Fernando Gómez de la Cuesta



                                                        














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