Exposición “Elogio del aire” de Ñaco Fabré en la Galería Marimón
Del 10.11.2022 al 23.12.2022
Elogio del aire
Los cuatro elementos clásicos, tierra, agua, fuego, aire, eran considerados sagrados en todas las culturas antiguas, siendo agua y aire, supuestamente, los más necesarios para nuestra supervivencia. El preciado aire, cuando no el viento, augura cambios de ánimo y de hábitos y anuncia regeneración y renacimiento. Por lo tanto, no es de extrañar que un artista de la talla y trayectoria de Ñaco Fabré elija dedicar su más reciente exposición a este elemento tan impredecible y caprichoso a través de una serie de esculturas y pinturas que hablan de virtudes tan nobles como la necesidad de deliberación, reflexión, remembranza, silencio, tolerancia; o de sentimientos tan hondos e intensos como son la pérdida o el olvido.
Si tuviéramos que identificar una característica que atraviesa toda su obra, lo más probable es que escogiéramos su afinidad hacia los asombrosos secretos que esconde la naturaleza o su mirada perspicaz para detectar su genio creativo. Sería difícil enumerar la de veces que estando en su compañía ha llamado mi atención hacia una nube en forma de cara o animal; o caminando por la Sierra de Tramontana, en Mallorca, ha descrito con lujo de detalles una escena que se desarrollaba en las escabrosas rocas que yacían por encima de nuestras cabezas. Es un hecho bien conocido que los pintores y escultores de todas las índoles tienen un poderoso sentido de la pareidolia, sin duda debido a su rica imaginación, pero en el caso de Ñaco Fabré, creo que es primordial en su impulso creativo. La naturaleza como punto de partida: no solo sus sorprendentes formas y figuras, sino también sus increíbles combinaciones de colores y pátina han sido recreados o plasmados en muchas de sus composiciones.
Subyugando el espacio
Sin embargo, la obra aquí expuesta marca un nuevo rumbo para Ñaco Fabré, más allá de sus exploraciones anteriores con la caligrafía abstracta. Lo que tenemos ahora son piezas incisivas de una sobriedad conmovedora, no exentas de sen- sualidad. Han sido despojadas de cualquier tipo de adornos, sin dejar espacio para artificios o superficialidades. Estamos frente a lo esencial, tanto es así que a veces no es más que una simple evocación o sugerencia que se transmite, incons- cientemente incitando al espectador a sondear la profundidad del trabajo, lo que, curiosamente, resulta en una especie de recreación en la psique del observador de lo que el artista pudo haber experimentado al concebir la pieza. Hay una comunión íntima entre el individuo y la obra. Estamos cara a cara ante una pintura o una escultura: no hay intermediario, solo luz, espacio, movimiento y... silencio. No el silencio opresivo del limbo, sino el de la música atonal de Schönberg o el tardío modernismo romántico de Alban Berg. Pero lo que realmente viene a la mente al admirar los ángulos geométricos rectilíneos y nítidos de estas pinturas y esculturas estáticas, así como las ligeras y concéntricas espirales de sus piezas suspendidas, es la influencia indudable ejercida por los movimientos constructivistas y suprematistas que surgieron en la convulsa Rusia de principios del siglo XX, y que tantos duelos dialecticos protagonizaron.Los primeros, con los hermanos Antoine Pevsner y Naum Gabo como principales exponentes, afirmaron que los elementos fundamentales del arte eran los de la vida misma, es decir, el espacio y el tiempo; mientras que los segundos, liderado por el iconoclasta Casimir Malevitch y El Lissitzky en sus inicios, sostenían que el sentimiento puro y la sensibilidad estaban por encima de todas las demás consideraciones en la concepción del arte. Sea como fuere, lo que parece claro es que la fecunda efervescencia de los susodichos, y muchos otros artistas rusos y soviéticos de aquel período, influyeron en un buen número de artistas del siglo pasado, y claramente continúan haciéndolo hasta la fecha.
En busca de la luz
Luz que encandila la noche, que disipa las fuerzas de la oscuridad y la desesperación; que insufla vida a todas las cosas, sin la cual no surgen sombras, formas, figuras o perspectiva. Luz que emite su resplandor y calor y es símbolo de espe- ranza y liberación. Hace falta la luz a todos los niveles de existencia, sin la cual no hay creación, continuidad. Y este es un leitmotiv que Ñaco Fabré desea enfatizar, y que es, sin duda, una parte esencial de su lenguaje plástico; uno al que ha rendido merecido homenaje en esta exposición profundamente meditativa y extremadamente íntima.
Fotografías y texto 👉 web Galería Marimón
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