‘BESOS MORTALES EN EMBALAJE DE ORO’. El amor, a veces, duele.

María Zimmermann ‘Mizzi’ (1879-1975) era una chica normal, sencilla, procedía de una familia humilde y nunca soñó con pasar a la posteridad, su única virtud era la simetría perfecta de su cara que le otorgaba una belleza serena. Tras acabar los estudios de primaria, inició los de secundaria en su ciudad natal Hernals, al noroeste de Viena. Tras acabar los estudios de secundaria empezó a frecuentar el taller de Gustav Klimt y pasó a formar parte del selecto grupo de musas inspiradoras y como la gran mayoría de ellas acabó compartiendo el lecho del pintor.
En el año 1899 con 26 años Mizzi tenía al primer hijo de Gustav al que le puso el mismo nombre que a su padre, Gustav. En el año 1902 nacía Otto el segundo hijo que moría ese mismo año. La principal diferencia entre ella y las demás fue que el sr. Klimt reconoció a los dos niños y este hecho no es banal si tenemos en cuenta que por lo menos dejó a 10  hijos ilegítimos que se sepa. Él se preocupaba por ella y aunque no era muy amigo de airear su vida privada ya que consideraba que no tenía ningún interés,  de Mizzi llegó a decir que la había acomodado tanto a ella como a sus hijos, como si fuera su propia esposa. La realidad es que en todo caso lo único que hacía Gustav era enviar dinero a Mizzi, por lo demás apareció poco por ‘el hogar familiar’.

Postal enviada por Klimt a Mizzi

La situación de Mizzi no era cómoda y mucho menos acomodada, económicamente no vivía holgadamente pero la cosa empeoraba en el plano afectivo, tras la muerte de su segundo hijo y el abandono del pintor, Mizzi se sumió en una depresión que atormentaba a Gustav, lo agobiaba con sus cartas y así le respondía el pintor:

‘Queridísima Mizzi!

…como ya he dicho unas cien veces. Tenemos que escribir cartas agradables, cuidadas en las que encuentre placer al leerlas. Tengo que tener ganas de recibir una carta y no temerla, no más presentimientos de muerte y no más ideas de muerte, no más enamoramiento y buen comportamiento, deberíamos consolarnos mutuamente, eso es lo que te pido’

María aparece en el fondo en el lado izquierdo de la pintura de Klimt ‘Shubert al piano’. Hermann Bahr dijo de esta obra que era ‘la pintura más bella pintada nunca por un austríaco’.

Shubert al piano. Gustav Klimt. 1899
Otto Zimmenrmann.
Boceto de
Gustav Klimt tras
la muerte de su hijo
En 1903 Klimt ponía fin a su relación con Mizzi y ella quedaba tocada y casi hundida, hacía apenas un año que su segundo hijo con el pintor había fallecido, ella sobrevivía con las migajas que Klimt le daba y no era la única, sin duda Gustav Klimt fue un ciclón en la vida de muchas mujeres a las que ensalzó, las convirtió en únicas y luego desechó hechizado por una nueva conquista.
En 1918 Gustav Klimt moría tras un infarto y una neumonía, con 56 años abandonaba este mundo dejando tras de si una ristre de hijos ilegítimos y una escasa herencia para repartir.
No es que María Zimmermann se alegrara de su muerte pero por fin fue capaz de desengancharse del influjo del pintor, empezó a vivir su vida y aunque tuvo que trabajar duro para sacar a su hijo adelante, lo hizo, trabajó como costurera y su hijo como conductor de tranvía. En el año 1931 con 52 años María se volvía a casar con un conductor de tranvía retirado.
Sin duda ella fue capaz de sobrevivir a Klimt en todos los aspectos. Escribió un artículo catártico sobre su relación con Klimt: ‘Klimt: Todesküsse en Goldverpackung’ (Klimt: Besos mortales en embalaje de oro)
María moría en 1975 con casi 100 años. La musa, la madre de dos de los hijos de Gustav Klimt, amada y abandonada, sólo fue feliz cuando volvió a ser simplemente María.

Comentarios

  1. Klimt, Rodin, Courbet, Picasso... En el mundo del Arte, sus genios -excepto venerables escasísimos casos- han mantenido siempre tempestuosas relaciones con las mujeres de sus vidas.
    Jung, el discípulo de Freud, ya relacionó las fuertes pulsiones artísticas con los excesos de testosterona que sufrían sus eminentes autores.
    (Aunque la anterior apreciación puede que no sea bien recibida ni entendida por furibundas feministas, sírvanos de excusa al resto de varones por lo que supone exculpar a dichos genios de determinada masculinidad a veces incontrolable).

    Con simpatía, complicidad y admiración por sus artículos sobre ARTE -con mayúsculas-, reciba una vez más nuestros atentos saludos.
    gonzalo

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